Fresco

El desamor vuela en circulos en un cielo azul y abrasante de verano, esperando a que caiga desfallecido y así poder aprovecharse de la carroña. Huele a vertedero, huele a arena calcinada y visualizo horizontes rojos y ondeantes. No es la primera vez que ocurre. La primera vez, en esas adolescentes vacaciones de hace ya 14 años. Yo, con mis pantalones cortos, siempre deseando que fueran largos fruto de mil y un complejos, mis aplastantes gafas marcando mi cara, la sensación de estar en el mayor agujero del mundo aprisonado por algo de lo que no me puedo liberar y esa vuelta a casa siempre con lágrimas secas en la cara.

Todo llega y todo quema. La soledad se desploma sobre mi cabeza permitiéndome solo breves y buenos momentos con personas que me hacen sonreir. Ese sol de aquel verano es sólo el generador de un espectro de colores que no sale del blanco, el negro y el gris...mucho gris.