Una y otra vez

Que haya tenido una semana pasada bien intensa, de esas que te hacen recordar los buenos momentos durante varios dias posteriores, debería ser la excusa suficiente para afrontar la semana venidera por lo menos durante unas horas. Vuelvo al trabajo y 903 mails, "no pasa nada, el 40% es spam". "Hay algunas cosas que se podían haber hecho mejor" no pasa nada me repito. "No es el momento adecuado para hablar de todo esto" y me convenzo que todo sigue igual. Y suena esta canción en mitad de la refriega y marca otra fisura que rompe con el tiempo y el lugar.

Y ericko me entenderá, y temerá lo que ocurre, y hace bien porque es así. Porque nada ha cambiado. Porque continúo andando en sentido contrario. Desandando el camino con la esperanza de poder volver a caer en la misma piedra. En esa que me hizo tropezar, que me dejó herido pero que disfruté como el ser masoka que soy. Al fin y al cabo me gusta llorar. Me gusta estar anclado en el pasado. Me gusta revivir el pasado en blanco y negro, rascarme las cicatrices y adentrarme en sus historias.
Así, y de esta forma tan humillante, me someto a la canción y se desmoronan las paredes de la oficina, exhibiendo una costa casi infinita, el mar fundiéndose con el horizonte y yo, quieto, con los pies descalzos en la moqueta, siento el cosquilleo de la arena entre mis dedos. Vuelvo a sentir mi piel morena, y su mano en mi pelo, y mi pierna en su pierna, y mis dedos palpando la larga duna en su espalda mientras mis ojos chocan como olas contra las rocas de sus párpados que me impiden juntarme con su océano. Y muero de nuevo, mezclado entre papeles, llamadas de teléfonos, ordenadores y desaparezco entre los engranajes de la chirriante oficina.